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Mostrando entradas de octubre, 2018

Alquimista

Y se enamoró, de esa forma que le hacía sentir. De la alquimia que existía entre sus sonrisas, de la forma en la que la buscaba a ella entre cientos de miradas. Era por él por quién sus cicatrices bailaban descalzas, por esa forma de rozarse casi sin tocarse la piel. Por esa dulzura que escondía bajo piel de pirata, de sus rarezas que le hacían ejemplar atípico, ambrosía de sibaritas... del vértigo por el que giraba todo a su alrededor, y del casual por el que se paraba la velocidad de los engranajes del reloj  si entre miradas furtivas se descubrían.

Noviembre.

Hoy quise escribir algo bonito, pensando en el amor, las miradas, los escalofríos. Hoy quise escribir y recordando me vi espectadora de un cine mudo. Las imágenes tenían ruido, se habían sobreexpuesto sobre otros momentos, el objetivo estaba desenfocado y tras un cristal de botella que hacía ambiguo todo. El tiempo no concede treguas. Es un compañero injusto que camina a la sombra de tu recuerdo, no da cartas blancas ni tablas de salvación. Olvida cuanto ha pasado en cuanto pasa y arrasa sin piedad dejando desiertos dónde hubo veranos. No recuerdo muy bien el tono que tenían tus ojos, ni el olor de esa colonia que tanto me encantaba robarte del cuello. La primera vez que sentí vértigo al verte... ni todas las razones por las que llegaba tarde al trabajo robándole cinco minutos al tiempo. Las prisas, las ganas, los "quiero verte". Es un cuadro de acuarelas desdibujado... tu piel lo sé, me encantaba recorrerla con la yema de los dedos, pero su tacto se me escapa a los

Bolas de nieve

Que bonito mirar la sombra que hace tu cintura desnuda sobre la sábana enredada. Fuera empieza a nevar, la sal se deshace en la curva de tu cuello, el café se empieza a enfriar. La encimera con la huella de cuatro manos abrazadas, el cuello desnudo y mi sonrisa a quemarropa con tu piel. Se acaba el día, tramando escapar, ahogando el tiempo entre mantas y sofá. Se acabarán las horas, los días pasarán, caerán tormentas, pasarán veranos y ahí seguiremos. En nuestra bola de cristal, si aún la agitas nos puedes escuchar.

Clandestino

Un Dicumarol directo a mi válvula sigmoidea aórtica, aumento de mi presión arterial, Rivaroxaban desalojando el nitrógeno líquido de mis venas. Un desfibrilador a quemarropa y de nuevo siento el dolor de los pulmones abrirse dando paso al aire, al pecho ceder y volver a hundirse, punzadas en mis capilares desengrasándose. El impreciso todavía tacto de tus labios con los míos, derritiendo el invierno en el que vivía presa, el reloj dando el primer tic desde hace tiempo. El calor, el olor, los sonidos, mi cuerpo volviendo del Niflheim. Me vuelvo una metafísica creyendo en dios, mis pupilas se dilatan y alcanzo el límite de pulsaciones permitidas por la DGT, te toco como lo primero que toca un ciego al ver y te beso con la misma fuerza y necesidad con la que coge un submarinista su último trago de oxigeno antes del descenso. Mi pecho entra en mitosis y crece bajo el torax, mi aliento vuelve a recobrar el calor, cierro los ojos, dejo de ser una hija de la luna. Un beso, una vía directa

Cuestión de Gustos

Era noche cerrada en Madrid city, las pupilas dilatadas, sonaba Roosvelt tras los altavoces de la discoteca. Mi mano derecha sujetaba un Puerto de Indias con un par de fresas congeladas, el pelo empezaba a producir pequeñas gotas de sudor que resbalaban por mi columna y mi cuerpo se balanceaba al son de los acordes. Notaba ya como el alcohol iba produciendo sus efectos en mi, todo se volvía más etéreo... el reloj dejó de marcar los segundos y todos estábamos inmersos en una danza tribal. Cerré los ojos, Montreal, y noté cómo sus manos me acariciaban la espalda, el olor de su cuello envolvió todos mis sentidos mientras sus dedos tocaban los acordes del estribillo. Me mordí el labio y aceleré el vaivén de mi cuerpo, me rodeó y se pegó a mi espalda mientras apartaba los pocos mechones de pelo que me cubrían el talón de Aquiles y clavó su veneno en mi. Podía sentir el calor de su cuerpo mezclándose con el mío, la humedad de su lengua dibujando corrientes más allá de mi cuello. Respiré ta