Clandestino

Un Dicumarol directo a mi válvula sigmoidea aórtica, aumento de mi presión arterial, Rivaroxaban desalojando el nitrógeno líquido de mis venas. Un desfibrilador a quemarropa y de nuevo siento el dolor de los pulmones abrirse dando paso al aire, al pecho ceder y volver a hundirse, punzadas en mis capilares desengrasándose.
El impreciso todavía tacto de tus labios con los míos, derritiendo el invierno en el que vivía presa, el reloj dando el primer tic desde hace tiempo. El calor, el olor, los sonidos, mi cuerpo volviendo del Niflheim.
Me vuelvo una metafísica creyendo en dios, mis pupilas se dilatan y alcanzo el límite de pulsaciones permitidas por la DGT, te toco como lo primero que toca un ciego al ver y te beso con la misma fuerza y necesidad con la que coge un submarinista su último trago de oxigeno antes del descenso. Mi pecho entra en mitosis y crece bajo el torax, mi aliento vuelve a recobrar el calor, cierro los ojos, dejo de ser una hija de la luna.
Un beso, una vía directa a la arteria, el primer trago de aire tras el mar, me devolviste ese impulso vital... un beso, sólo un beso y el principio junto al final, un tambor temblando en un concierto de rock, la presión a setenta deciberios, cierro los ojos y sonrío, bienvenida a la vida.

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