Caminos

Hace tiempo que empecé a escribir. Me gustaba, fluía, nacía sin anestesias. Un día le fallé de la forma más cruel a quién más quería, y no supe o quise arreglarlo. Encerré mi alma entre paredes capitalistas, entre apariencias de naufrago moderno y perdí la llave.

En alguna parte había una yo asustada, vacía, sola llorando tras un espejo sin reconocer la cara que veía reflejada sonriendo con carmín permanente de labios. Mis letras se convirtieron en botellas con mensajes tiradas al océano por si alguna vez llegaban.

Fueron instrucciones, botes salvavidas, llamadas de socorro. Fueron también anestesia, eran buenos y cuanto más buenos más me desdibujaba yo. Entré en una espiral en la cual la pasión estaba sin amansar, todos mis demonios dormían por las noches conmigo. Pinté la realidad de rosa pastel pero cada mañana necesitaba una isla dónde naufragar y elegí la peor.

Terminé de perderme, fallé a gente que prometí nunca fallar, le fallé a la persona que estaba siempre ahí, a mi. Un día, perdidos valores, sueños, dignidad sólo quedaba una cara y tras de ella un papel vacío, una llamada de socorro a la cual nadie podía responder, nadie podía salvarme de mi misma.

Intenté calmar el dolor con amor, con noches incandescentes, darle un sentido a tanto huracán y salió fatal. Nadie se enamora de alguien que primero no esté enamorado de sí mismo. Y como el que se hace daño a sí mismo sólo por sentir, aunque cueste entender a veces subimos a trenes que nos hacen daño sólo por saber que seguimos en el viaje.

Hay noches en las que se encienden luceros, en las que dejas de tirar botellas al mar y te lanzas al vacío. Cada brazada, cada avance era un lo siento nuevo, un te echo de menos, un me he equivocado, un adiós.

Despedí a Cupido, despedí los miedos  y alisté en mi ejercitó a todos aquellos demonios que antes no me dejaban dormir. Dejé las cosas fáciles en el cajón del olvido, los polvos de trofeo los cambié por dormir abrazada a mis valores, dejé al hombre de los sueños de muchas durmiendo junto a sus hijos.

Comí con las moscas en la casa, abandoné trabajos que no me hacían feliz, pinté mis pestañas de honestidad. Cambié decir lo querían oír por gritar lo que necesitaban. Metí en mi curriculum todos esos fallos, las mejores cualidades que pudiese tener., el caos, la bipolaridad, la pena, las pérdidas.

Y un día, me miré al espejo y el reflejo me devolvió la sonrisa. Habíamos encontrado el puerto, hoy al atardecer y con el mar brindaremos con vino blanco, estamos en el camino correcto.

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