El perdón

Día nublado tras el cristal de la cafetería, veo a gente pasar temiendo que llueva, el café se enfría mientras observo su humo desvanecerse entre el aire que respiro.
Miss Caffeina retumba tras los auriculares en mis oídos.
Una de mis canciones favoritas evoca recuerdos de hace tiempo, viejos fantasmas que tengo ahora sonriéndole a mi oído.
Pienso en el tiempo y en sus caprichos, pienso en todos los errores cometidos
y el camino andado desde ellos.
Te borré hace tiempo de mi lista de fallos, desbloqueé tu herida y la dejé al aire fresco de otoño cicatrizar.
Y ya no duele, he conseguido mirarla con cariño. Es extraño, viví junto a ella los peores momentos del año.
Pero no, la acaricio con cuidado, no estaría aquí con las alas del ave Fénix resplandeciendo al despertar.
Hubiese sido fácil cubrirte de fango, dada mi estrecha relación con las palabras.
Hubiese podido hacer que te odiase media España y todo México sólo con contar la versión desde el punto de Caperucita. Reírme de tus fallos en redes, ponerte verde en sólo un párrafo, convertir tu amor en el veneno que nadie nunca más hubiese querido probar.
Créeme, me hubiesen creído, me lo dejaste muy fácil.
Pero no, me abrí en canal y te dije si necesitas coge más. Y cuando ya no había nada cerré fronteras de mi isla. En Hawaii ya no había más tesoros para ti.
Y fui la mala por protegerme (Algo que hubieses echo tú un mes atrás) y callé, pedí perdón y continué.
Desde entonces crecen arboles tras el incendio, se han elevado mis pies hasta las altas cumbres y la lluvia ha dado paso a preciosas flores.
Y desde este inmenso jardín sólo  puedo desear que te adornen flores bellas y hermosas, que palpite tu corazón y le desees todo bien a quién amas. Que aprendas a perdonar, a respetar y a cuidar (siempre) a lo que has querido. A honrar la memoria de tus sentimientos, a hacer verdad eso de olvidar y no sólo evitar.
Que te enseñen a perder todos tus valores si así lo deseas, y a evolucionar, a darlo todo (hasta la vergüenza) por quién dices querer.
Y que, cuando te dañen, sepas poner la otra mejilla y dejar el rencor marchitar bajo el sol. Que seas tan, tan feliz que le desees todo el bien a quién te hizo mal.
Ya ves, el amor sigue siendo amor y en eso no se cambia. La gente no se convierte en gente mala aunque la hieran.
Y ya sabes, si me necesitas, búscame en la cafetería, en todos los momentos en los que antepuse mi corazón como escudo para no dañar tu pecho. Si duele, piensa que el amor siempre cura, lo que no tiene solución es no sentirlo.
Porque el odio, el rencor nunca son buenos compañeros de viaje, vacía tu cajón de la mesilla de ellos y planta semillas para la llegada de Abril.

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