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Hablemos de.

Hablemos de miradas, de la forma que tienen de acariciar, de gritar y susurrar. Hablemos de nuestros silencios que dicen mucho más que nuestras palabras. De esas miradas que se acercan a la comisura y te besan y se vuelven primavera. Hablemos mientras el mundo calla en tus pupilas, mientras nuestro alrededor se desvanece y se vuelve un segundo plano desenfocado. Mientras tú y yo nos decimos todo lo que nunca vamos a pronunciar. No hace falta ni una palabra, las miradas nos delatan. lo sabes tu, lo sé yo. Lo gritan nuestros labios y la forma que tienen nuestras manos de buscar escusas para estar cerca. Lo saben nuestros ojos los domingos cuando se buscan. Lo sabe esa foto, ese centímetro de menos que le ganas a la distancia. Lo sabe hasta el aire, que tú y yo prendemos. Lo saben tus dedos cuando rozan un par de segundos de más. Lo saben todos y no lo sabe nadie, porque nuestras bocas callan cada noche y todo vuelve a empezar al día siguiente. ¿Y qué sino es la vida? E

Los domingos llevan tu nombre.

Culpable de dejar sin texto ni argumento a una poeta que respira palabras, culpable de que cuando apareces mis cicatrices se desvisten para ti, quedándose en carne y vivas. Y mis pies se elevan al ritmo de nuestras miradas, cómplices, lascivas, que consiguen pervertir cada uno de mis miedos, que se follan literalmente letra a letra cada una de las razones por las que prefería el invierno. Porque los domingos llevan tu nombre, porque Cuba seguro que sabe a tu sudor. A ese sol que irradias en la gente, porque no vi mejor faro que tu sonrisa, y es que el mundo es un lugar mucho mejor pitado en tu boca. Culpable de que los vasos sanguíneos de mis mejillas hayan decidido rebelarse y declararse rojos. Que en el momento en el que me miras, existo, y florezco y me vuelvo primavera y hormiguero. Culpable de dejarme sin juicio y ciega como la justicia, porque desde que te vi tengo una venda preciosa adornándome el pecho. Porque hay una flor saliendo de las ruinas. Porque se

El perdón

Día nublado tras el cristal de la cafetería, veo a gente pasar temiendo que llueva, el café se enfría mientras observo su humo desvanecerse entre el aire que respiro. Miss Caffeina retumba tras los auriculares en mis oídos. Una de mis canciones favoritas evoca recuerdos de hace tiempo, viejos fantasmas que tengo ahora sonriéndole a mi oído. Pienso en el tiempo y en sus caprichos, pienso en todos los errores cometidos y el camino andado desde ellos. Te borré hace tiempo de mi lista de fallos, desbloqueé tu herida y la dejé al aire fresco de otoño cicatrizar. Y ya no duele, he conseguido mirarla con cariño. Es extraño, viví junto a ella los peores momentos del año. Pero no, la acaricio con cuidado, no estaría aquí con las alas del ave Fénix resplandeciendo al despertar. Hubiese sido fácil cubrirte de fango, dada mi estrecha relación con las palabras. Hubiese podido hacer que te odiase media España y todo México sólo con contar la versión desde el punto de Caperucita. Reírme de t

Caminos

Hace tiempo que empecé a escribir. Me gustaba, fluía, nacía sin anestesias. Un día le fallé de la forma más cruel a quién más quería, y no supe o quise arreglarlo. Encerré mi alma entre paredes capitalistas, entre apariencias de naufrago moderno y perdí la llave. En alguna parte había una yo asustada, vacía, sola llorando tras un espejo sin reconocer la cara que veía reflejada sonriendo con carmín permanente de labios. Mis letras se convirtieron en botellas con mensajes tiradas al océano por si alguna vez llegaban. Fueron instrucciones, botes salvavidas, llamadas de socorro. Fueron también anestesia, eran buenos y cuanto más buenos más me desdibujaba yo. Entré en una espiral en la cual la pasión estaba sin amansar, todos mis demonios dormían por las noches conmigo. Pinté la realidad de rosa pastel pero cada mañana necesitaba una isla dónde naufragar y elegí la peor. Terminé de perderme, fallé a gente que prometí nunca fallar, le fallé a la persona que estaba siempre ahí, a mi. Un

Alquimista

Y se enamoró, de esa forma que le hacía sentir. De la alquimia que existía entre sus sonrisas, de la forma en la que la buscaba a ella entre cientos de miradas. Era por él por quién sus cicatrices bailaban descalzas, por esa forma de rozarse casi sin tocarse la piel. Por esa dulzura que escondía bajo piel de pirata, de sus rarezas que le hacían ejemplar atípico, ambrosía de sibaritas... del vértigo por el que giraba todo a su alrededor, y del casual por el que se paraba la velocidad de los engranajes del reloj  si entre miradas furtivas se descubrían.

Noviembre.

Hoy quise escribir algo bonito, pensando en el amor, las miradas, los escalofríos. Hoy quise escribir y recordando me vi espectadora de un cine mudo. Las imágenes tenían ruido, se habían sobreexpuesto sobre otros momentos, el objetivo estaba desenfocado y tras un cristal de botella que hacía ambiguo todo. El tiempo no concede treguas. Es un compañero injusto que camina a la sombra de tu recuerdo, no da cartas blancas ni tablas de salvación. Olvida cuanto ha pasado en cuanto pasa y arrasa sin piedad dejando desiertos dónde hubo veranos. No recuerdo muy bien el tono que tenían tus ojos, ni el olor de esa colonia que tanto me encantaba robarte del cuello. La primera vez que sentí vértigo al verte... ni todas las razones por las que llegaba tarde al trabajo robándole cinco minutos al tiempo. Las prisas, las ganas, los "quiero verte". Es un cuadro de acuarelas desdibujado... tu piel lo sé, me encantaba recorrerla con la yema de los dedos, pero su tacto se me escapa a los

Bolas de nieve

Que bonito mirar la sombra que hace tu cintura desnuda sobre la sábana enredada. Fuera empieza a nevar, la sal se deshace en la curva de tu cuello, el café se empieza a enfriar. La encimera con la huella de cuatro manos abrazadas, el cuello desnudo y mi sonrisa a quemarropa con tu piel. Se acaba el día, tramando escapar, ahogando el tiempo entre mantas y sofá. Se acabarán las horas, los días pasarán, caerán tormentas, pasarán veranos y ahí seguiremos. En nuestra bola de cristal, si aún la agitas nos puedes escuchar.