Criptonita.
Me descosiste los miedos y los dejaste desangrarse. Dibujaste sonrisas para después convertirlas en tachones. Me dejaste bailando sin mirarme, con la puerta entreabierta y la llave perdida en el fondo de tu desierto. Con la maleta hecha de ninguna parte, sin paraguas y bajo la lluvia en pleno enero. Me hablaste de lo fugaz del tiempo pero no de lo lento que cura sin mirarte. Y ya sólo saboreo cenizas al filo de mis labios. Y, es que, en este incendio siempre arden primero las ganas de buscarte.