Noches incandescentes

Todavía cierro los ojos y recuerdo esa noche, la tensión de dos caras positivas de dos imanes enfrentadas pero sin juntarse.
Aún cuando recuerdo, por momentos, me vienen sus imágenes a visitar y una descarga me recorre la espalda.
Las luces de la ciudad bailando al compás de nuestras miradas, otra cerveza más para ver si te lanzabas, sed en los labios y las manos sin saber dónde posarlas. Te acercas un poco más y en la cornisa del pecho bailan mis ganas haciendo crepitar la llama, un suave roce y mis manos enredadas en tu pelo.
Todo se volvió etéreo, intangible, el vértigo pedía más en cada roce, alimentando la parte animal. Tus manos explorando cada lunar, cada parte, haciendo temblar mis piernas. Mis manos pidiendo tregua en tu espalda. El alivio de la fría pared contra la que chocamos, el calor de tu boca sedienta sobre mi oreja.
Y la noche se encendió sin necesidad de hogueras. Y cerré los ojos en un impulso vital por seguir viva. Y respiré tu olor, sentí tus embestidas. El perfecto compás de nuestras caderas y los suspiros, las llamas, el agua, la sed, la inercia, y el norte perdiendo su sur.
Y entonces lo supe, hay cosas que la piel entiende antes...

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