Círculo polar ártico.

Quizá estábamos condenados a ser los amantes del círculo polar ártico. Sendas paralelas, que conseguían rozarse en cruces del camino, para volver a distanciarse, separarse, intuirse. Condenados, como la luna y el sol a perseguir un destino esperando que algún año un eclipse solar de verano les permitiese de nuevo bailar cuerpo con cuerpo.
Sobra decir que nunca creí en el destino, y aquí estoy con el pie puesto en el acelerador y pisando a fondo.

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