Un lugar llamado olvido.
Un día despertarás, abrirás los ojos y te encontraras habitando el limbo del olvido.
No diferencio claramente el tono que tenían ya sus ojos, el timbre de voz, la forma en la que sonreía se van perdiendo como fotogramas antiguos bajo la luz del sol. Recuerdo, ahora con esfuerzo, la forma que tenían sus yemas de arrancarme el alma con cada roce, recuerdo bailar la sangre en mis venas haciendo espuma de mar cada vez que su boca se precipitaba sobre la mía, recuerdo cerrar los ojos y flotar... vago, difuso, recuerdo forzado ya.
Respiro bajo las sábanas, acaricio el espacio que antes debió ocupar su silueta como buscando un vestigio de calor en el colchón, pero se han perdido todas las sensaciones que mi cuerpo guardaba. Hace algún tiempo podía evocar su presencia, su sonrisa en mi nuca mientras sus manos jugaban a tentar las madrugadas, el tacto de su pelo, la frialdad de las sábanas en contacto con los cuerpos, el sudor de su espalda ahora son sólo imágenes que con esfuerzo, como el de alguna película vista el verano anterior vienen a mi cabeza. Ahora otros sabores, otros olores, lugares vienen a reclamar su espacio.
Cierro los ojos, me remuevo, como si al abriros pudiese viajar atrás y al abrirlos encontrarme los suyos mirando como despertaba y sonreír plácidamente "cinco minutos más". La blanca pared se eleva ante mi, no pretendas robarle a sus protagonistas el momento pienso... esos "nosotros" tienen su tiempo y lugar, seguramente estén sonriendo en un universo en bucle, repitiendo cada día ese día... y a nosotros nos quede sólo el recuerdo caduco, arena de mar en las manos.
Rompe el pulso
la quietud del aire.
Hierve espuma de mar la sangre.
Hondas las miradas,
leve la distancia,
torpe y frágil el encuentro.
Un sutil y torpe giro
y mi mejilla pasó a rozarte...
se encuentran nuestros labios en ese instante.
Y se parte el tiempo,
y se encabrita el mar,
caen derribados los muros de cada ciudad,
se abre ante nosotros el suelo,
se desarma la noche.
Y eterno ya el eclipse donde tu boca y mi boca
jugaron un momento a ser inmortales.
Y así me levanto, y dejo constancia del último vestigio que habita ya, moribundo, en mis tripas.
Y siento lástima, como el que deja partir un barco a la deriva, allí van montados, rumbo cierto, mapa en mano a un lugar llamado olvido.
Siento vértigo por vaciar de todo, exhalar el último suspiro y dejar espacio dónde había terremotos, huracanes, estampidas y primaveras alzándose victoriosas en lo que fue un invierno que duró mucho más tiempo del que debía.
Y nos odio, por un momento, como se odia al que incendia bellezas, al que deja desamparado la esperanza esperando a que falta de agua fallezca.
Y maldigo el tiempo que arrasa, "déjame maldito ladrón disfrutar un momento más, sólo un sentimiento más que esta sed no cesa".
Cierro los ojos fuerte como si cuanto más apretase más profundo fuese el trance, pero sólo hallo quietud... meseta vacía, basta explanada de nada, y a lo lejos tú y tu mirada. Nos miramos, adivino tus labios moverse mientras también lo hacen los míos mientras pronunciamos "lo siento" al unísono.
Es el canto del despido, lo único decente que a estas alturas queda por decirnos antes de abandonar a su suerte en esta isla desierta todo lo que vivimos. Allí quedan abandonadas todas esas risas, polvos incendiarios, maletas de viajes, el nombre de nuestra hija, las discusiones que no tuvimos, fotos nunca reveladas... allí es dónde iremos a visitarlas, como el que visita una tumba, al principio a diario para ir abandonándola con el correr del tiempo, hasta que se cubra de vegetación salvaje y perdamos su pista para siempre.
(Desde el otro extremo de esa isla escribo esta carta, la última carta, mensaje en una botella lanzada al mar al hermano gemelo del amor llamado olvido. Y tú que la lees, recuerda, cada instante es eterno aunque no dure para siempre, el ahora es perecedero asique vive, siente, ama con todas tus fuerzas porque después de que caiga el último grano del reloj de arena él reclamará su lugar... )
Continuará.
No diferencio claramente el tono que tenían ya sus ojos, el timbre de voz, la forma en la que sonreía se van perdiendo como fotogramas antiguos bajo la luz del sol. Recuerdo, ahora con esfuerzo, la forma que tenían sus yemas de arrancarme el alma con cada roce, recuerdo bailar la sangre en mis venas haciendo espuma de mar cada vez que su boca se precipitaba sobre la mía, recuerdo cerrar los ojos y flotar... vago, difuso, recuerdo forzado ya.
Respiro bajo las sábanas, acaricio el espacio que antes debió ocupar su silueta como buscando un vestigio de calor en el colchón, pero se han perdido todas las sensaciones que mi cuerpo guardaba. Hace algún tiempo podía evocar su presencia, su sonrisa en mi nuca mientras sus manos jugaban a tentar las madrugadas, el tacto de su pelo, la frialdad de las sábanas en contacto con los cuerpos, el sudor de su espalda ahora son sólo imágenes que con esfuerzo, como el de alguna película vista el verano anterior vienen a mi cabeza. Ahora otros sabores, otros olores, lugares vienen a reclamar su espacio.
Cierro los ojos, me remuevo, como si al abriros pudiese viajar atrás y al abrirlos encontrarme los suyos mirando como despertaba y sonreír plácidamente "cinco minutos más". La blanca pared se eleva ante mi, no pretendas robarle a sus protagonistas el momento pienso... esos "nosotros" tienen su tiempo y lugar, seguramente estén sonriendo en un universo en bucle, repitiendo cada día ese día... y a nosotros nos quede sólo el recuerdo caduco, arena de mar en las manos.
Rompe el pulso
la quietud del aire.
Hierve espuma de mar la sangre.
Hondas las miradas,
leve la distancia,
torpe y frágil el encuentro.
Un sutil y torpe giro
y mi mejilla pasó a rozarte...
se encuentran nuestros labios en ese instante.
Y se parte el tiempo,
y se encabrita el mar,
caen derribados los muros de cada ciudad,
se abre ante nosotros el suelo,
se desarma la noche.
Y eterno ya el eclipse donde tu boca y mi boca
jugaron un momento a ser inmortales.
Y así me levanto, y dejo constancia del último vestigio que habita ya, moribundo, en mis tripas.
Y siento lástima, como el que deja partir un barco a la deriva, allí van montados, rumbo cierto, mapa en mano a un lugar llamado olvido.
Siento vértigo por vaciar de todo, exhalar el último suspiro y dejar espacio dónde había terremotos, huracanes, estampidas y primaveras alzándose victoriosas en lo que fue un invierno que duró mucho más tiempo del que debía.
Y nos odio, por un momento, como se odia al que incendia bellezas, al que deja desamparado la esperanza esperando a que falta de agua fallezca.
Y maldigo el tiempo que arrasa, "déjame maldito ladrón disfrutar un momento más, sólo un sentimiento más que esta sed no cesa".
Cierro los ojos fuerte como si cuanto más apretase más profundo fuese el trance, pero sólo hallo quietud... meseta vacía, basta explanada de nada, y a lo lejos tú y tu mirada. Nos miramos, adivino tus labios moverse mientras también lo hacen los míos mientras pronunciamos "lo siento" al unísono.
Es el canto del despido, lo único decente que a estas alturas queda por decirnos antes de abandonar a su suerte en esta isla desierta todo lo que vivimos. Allí quedan abandonadas todas esas risas, polvos incendiarios, maletas de viajes, el nombre de nuestra hija, las discusiones que no tuvimos, fotos nunca reveladas... allí es dónde iremos a visitarlas, como el que visita una tumba, al principio a diario para ir abandonándola con el correr del tiempo, hasta que se cubra de vegetación salvaje y perdamos su pista para siempre.
(Desde el otro extremo de esa isla escribo esta carta, la última carta, mensaje en una botella lanzada al mar al hermano gemelo del amor llamado olvido. Y tú que la lees, recuerda, cada instante es eterno aunque no dure para siempre, el ahora es perecedero asique vive, siente, ama con todas tus fuerzas porque después de que caiga el último grano del reloj de arena él reclamará su lugar... )
Continuará.
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