Alas de gorrión
Nacemos siendo adjetivos poseídos, jinetes a los que regalaron cadenas diciendo que eran las riendas de una vida que gira en un carrusel.
Nos dan de mamar la dependencia como sinónimo de libertad, la posesión como sinónimo de amor. Nos enseñan a ser pájaros sin alas creyéndonos libres en una jaula de cristal solo porque no vemos las rejas, a ser peces nadando en una pecera de sal.
Y un día vienes tú, y derivas las paredes de esta cueva de Platón en la que vivía, me desvistes en tu cama cada madrugada las cuerdas, y me dejas así, jadeando, sudando en un orgasmo etéreo desnuda de etiquetas, adverbios y pronombres.
Cada beso tuyo no es una losa sino un ala más que me coses a la espalda. Y cada mañana, con la pecera rota, somos peces respirando fuera del agua, con cada roce pintores borrando códigos de barras, haces veleros con la venda que adornaba mi mirada.
Y lo noto, siento lo que es dejar de respirar cuando vuelven a intentar colgarme la cadena. Y entonces aprendo de nuevo (si es que alguna vez lo supe) lo que es volar.
Y hoy te he visto despertar, he visto tus alas extendidas sobre las cabezas de esta ciudad y he admirado la belleza de lo salvajemente libre, yo, que vivo en un mundo en el que amaestramos fieras y las condenamos a morir esclavas en zoos, casas, jaulas, en una sociedad en la que somos trofeos, marcas registradas, un perro más con chip tras la oreja.
Abriría tu jaula mil y una veces, para que, si así lo deseas cruzarás mil océanos lejos de mis lunares. Te construiría alas nuevas, si alguna vez las tuyas fallan, veleros y aviones de papel para que vieras de cerca como brilla el sol sobre tu piel morena.
Y supongo que entendí lo que era querer de verdad, que una flor deja de ser flor en el momento que la arrancas para meterla en un tiesto, que me quieras así, LIBRE, dueña y señora de cada beso que te doy, de cada momento y amanecer, de cada pálpito y latido que se sale del molde de está condenada sociedad.
Nos dan de mamar la dependencia como sinónimo de libertad, la posesión como sinónimo de amor. Nos enseñan a ser pájaros sin alas creyéndonos libres en una jaula de cristal solo porque no vemos las rejas, a ser peces nadando en una pecera de sal.
Y un día vienes tú, y derivas las paredes de esta cueva de Platón en la que vivía, me desvistes en tu cama cada madrugada las cuerdas, y me dejas así, jadeando, sudando en un orgasmo etéreo desnuda de etiquetas, adverbios y pronombres.
Cada beso tuyo no es una losa sino un ala más que me coses a la espalda. Y cada mañana, con la pecera rota, somos peces respirando fuera del agua, con cada roce pintores borrando códigos de barras, haces veleros con la venda que adornaba mi mirada.
Y lo noto, siento lo que es dejar de respirar cuando vuelven a intentar colgarme la cadena. Y entonces aprendo de nuevo (si es que alguna vez lo supe) lo que es volar.
Y hoy te he visto despertar, he visto tus alas extendidas sobre las cabezas de esta ciudad y he admirado la belleza de lo salvajemente libre, yo, que vivo en un mundo en el que amaestramos fieras y las condenamos a morir esclavas en zoos, casas, jaulas, en una sociedad en la que somos trofeos, marcas registradas, un perro más con chip tras la oreja.
Abriría tu jaula mil y una veces, para que, si así lo deseas cruzarás mil océanos lejos de mis lunares. Te construiría alas nuevas, si alguna vez las tuyas fallan, veleros y aviones de papel para que vieras de cerca como brilla el sol sobre tu piel morena.
Y supongo que entendí lo que era querer de verdad, que una flor deja de ser flor en el momento que la arrancas para meterla en un tiesto, que me quieras así, LIBRE, dueña y señora de cada beso que te doy, de cada momento y amanecer, de cada pálpito y latido que se sale del molde de está condenada sociedad.
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