Trincheras.

Tenía esa mirada, ese tipo de mirada de quién ha sobrevivido sólo en esta ciudad de cristales rotos, hacías bien en no fiarte de ella.

No era siempre, igual podía estar días vistiendo la piel de animal social, entonces (en un parpadeo segundo) lo veías, ese brillo que vislumbras en los animales salvajes, esa sed de vida, esa sensación de que sus ojos habían visto más de lo que debían, esa mirada de quién ha visto la caída de frente  y ha sobrevivido a todas sus heridas.

Era aquello que te decía que no te acercases su verdadero atractivo, como el que desea acariciar el pelo de una pantera aún sabiendo que en cualquier momento perdería su brazo entero.

Era irreverente, salvaje, libre, quería vivir, correr, saltar, volar, probar todos los sabores, protestar, enseñar los dientes, era impredecible y tú... tú tenías miedo, miedo de que algún día te arrancase el corazón de cuajo, miedo de que algún día decidiese volver a ser sauvage y dejarte en tu jaula de cristal. Porque una fiera como ella no sería predecible nunca, tenías miedo y esa sensación extraña en las tripas, de quién cierra los ojos confiando hoy en ella.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tensión Sexual No Resuelta

Año nuevo, vida nueva.

Tipos de besos.